miércoles, 24 de noviembre de 2010

Experimento dieciseis

Su visión siempre había sido borrosa, el verde no tenía tonalidades y el azul del cielo parecía siempre gris. Un día encontró unos anteojos grandes, rojos y redondos. Se los llevó a los ojos y por fin pudo descubrir el origen de ese suave calor que le cobijaba el alma: Una hermosa hada sonriente y semitransparente que lo miraba sorprendida y amorosa.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Experimento quince

El soñador contemplaba embelesado la habitual y violenta batalla en el firmamento. Su aliado, el color azul, arremetía contra el gris, en un intento por por permitir que un rayo de sol ilumine sus ojos y caliente su rostro. El color gris se defendía con su escudo, en búsqueda de enjuagar con lluvia la sal de las lágrimas en las mejillas del soñador, secas ya por el viento, juez y parte de la batalla de colores que se libra eterna, mágica e inadvertida.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Experimento catorce

Pensé que tu imagen estaba impresa en mi corazón, histórica, como la mano de Berta Röntgen. Abrí mi corazón y encontré una placa velada, blanca y amorfa.

Experimento trece

Ella caminaba tranquila hacia él, sus cabellos rojos en armonía perfecta con el blanco tostado de su piel, y lo verde del campo por el que avanzaba serena. Él verde y frondoso, de brazos fuertes y voluminosos prometía cubrirla mientras ella se enfrascaba soñadora en redactarle una carta de despedida a un conejo de pascua, que aún saltaba errático por el manzanal. Sentose con gracia bajo su sombra varonil, el aroma que él desprendía la hacía olvidar el mundo exterior, y sólo existían ellos dos, juntos, entrelazados, ella en sus brazos, su cabello en sus dedos. Como siempre, iniciaría la danza y el vestido blanco que ella portaba se desharía en diez mil gotitas que lo mojarían a él, calmándole la sed.

Experimento doce

La pluma dejó de escribir con tinta negra, y de pronto empezó a escribir con caricias, miradas y deseos ocultos. Invisibles, ilegibles, ilegales e indelebles.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Experimento once

Necesito encontrar alguien que se parezca a la distancia
y que sea tan cálido como un atardecer arrebolado en la orilla de una playa
que su voz sea sea una melodía lejana de reggae,
y que sus manos acaricien mi rostro como la brisa del mar
que me emborrache con sus tonterías
y que sus ojos alumbren como la luna llena en la noche

Alguien tranquilo y divertido como una tarde soleada de domingo
pensante y crítico, de filosofía propia
que baile reggae y cante canciones de rock,
alguien que no me lleve a dirección correcta, pero que me señale el camino
que me acompañe aún con su ausencia,
y que en su presencia pueda tener libertad para estar sólo

Alguien que tenga buena ortografía y que se duerma con mis cuentos,
y que su respiración sea una canción de cuna para mí,
que su corazón sea un tambor, para yo bailar al compás,
y que su música me relaje para meditar