Su visión siempre había sido borrosa, el verde no tenía tonalidades y el azul del cielo parecía siempre gris. Un día encontró unos anteojos grandes, rojos y redondos. Se los llevó a los ojos y por fin pudo descubrir el origen de ese suave calor que le cobijaba el alma: Una hermosa hada sonriente y semitransparente que lo miraba sorprendida y amorosa.
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